El fútbol ecuatoriano vive de emociones y decisiones valientes. Te contamos cómo Rescalvo apostó fuerte y Barcelona volvió a sonreír.
Barcelona SC llegaba golpeado. La hinchada estaba al borde del colapso emocional y los resultados no acompañaban. Pero en el fútbol, todo puede cambiar en 90 minutos. Y eso fue lo que hizo Ismael Rescalvo: reaccionar a tiempo, mover fichas y devolverle el alma a un equipo que lo necesitaba.
Un triunfo con decisiones que pesan
El 2-0 ante Orense no fue casualidad. Fue producto de un planteamiento renovado y, sobre todo, de decisiones fuertes: Rescalvo sentó a algunos ‘intocables’ y apostó por variantes que dieron frescura y orden al juego del Ídolo.
El primer golpe llegó temprano. A los 15 minutos, Janner Corozo, encendido, metió un centro quirúrgico que encontró la cabeza de Joaquín Valiente para el 1-0. El segundo tanto cayó a los 33′, luego de un penal ejecutado con frialdad por el mismo Corozo, que tuvo una noche brillante.
Mientras tanto, jugadores que venían siendo titulares indiscutibles, como Felipe Caicedo y Jhonny Quiñónez, vieron el partido desde el banco. La señal fue clara: nadie tiene el puesto asegurado si no rinde.
El equipo se mostró más compacto, con un medio campo más dinámico y una defensa sólida. El Monumental volvió a vibrar, y la hinchada reconoció el cambio con una ovación que retumbó en cada rincón del estadio.
El mensaje está claro: en Barcelona, hay que ganarse la camiseta
Este triunfo no solo corta una mala racha. Es una muestra de que en Barcelona SC, la meritocracia vuelve a mandar. Rescalvo se la jugó y ganó. El Ídolo respira y sus hinchas, al fin, tienen motivos para ilusionarse otra vez.