Los eléctricos volvieron a desperdiciar la ventaja y sumaron su tercer empate consecutivo. La crisis del fútbol ecuatoriano no da tregua.
Emelec atraviesa uno de sus momentos más difíciles en los últimos años. La salida de Jorge Célico parecía un punto de quiebre para buscar una reacción urgente, pero la realidad en el campo dice otra cosa. Este 29 de junio, en el estadio Bellavista de Ambato, el Bombillo volvió a dejar escapar una victoria que tenía en el bolsillo y apenas rescató un empate 1-1 ante Macará, rival directo en la lucha por no descender.
Dirigidos por Cristian Nasuti como técnico interino, los eléctricos arrancaron con buen pie. Aprovecharon los espacios que dejaba Macará y apostaron por la velocidad en el contragolpe. La primera mitad mostró una mejor cara del mediocampo azul, con un destacado trabajo de Marcelo Meli, Alfonso Barco y José Francisco Cevallos. Precisamente Barco y Cevallos fabricaron la jugada que terminó con el gol de Facundo Castelli, al filo del descanso.
Sin embargo, los fantasmas regresaron en la segunda parte.
El mismo guion de siempre: ventaja desperdiciada y empate amargo
Al igual que contra Delfín y Universidad Católica, Emelec volvió a mostrar su fragilidad para sostener un resultado. El equipo se replegó, perdió el control del mediocampo y permitió que Macará creciera en el partido. Pese a las buenas intervenciones de Pedro Ortiz y los centrales, el rival encontró su premio gracias a un golazo de Federico Paz, que sacó un remate desde media distancia imposible para el arquero eléctrico.
Este resultado deja a Emelec en la posición 14 de la tabla con 19 puntos y -9 de gol diferencia, apenas por debajo de Macará, que tiene las mismas unidades pero mejor diferencia de goles (-3). La realidad es cruda: el club guayaquileño sigue sumido en una profunda crisis futbolística y, con cada jornada que pasa, el descenso deja de ser una amenaza para convertirse en una posibilidad real.

¿Y ahora qué? El futuro inmediato es incierto
Lo preocupante no es solo el resultado, sino la sensación de que nada cambia. Aunque hubo buenos momentos en ataque, la falta de jerarquía para cerrar los partidos condena una y otra vez a Emelec. Con el interinato de Nasuti, el club deberá decidir pronto si apuesta por un nuevo cuerpo técnico o si continúa en una deriva que puede costar muy caro.
La hinchada, que sigue al borde de la desesperación, solo pide una cosa: un equipo que pelee con el corazón y deje todo en la cancha. Porque el fútbol ecuatoriano necesita a un Emelec fuerte, pero para lograrlo, el Bombillo debe reencontrarse con su esencia y salir del pozo cuanto antes.