Ídolo de El Nacional y exjugador de La Tri, ahora cumple su otro sueño alejado de las canchas. Te contamos cómo vive hoy este referente del fútbol ecuatoriano.
Hay nombres que permanecen en la memoria del fútbol ecuatoriano, no solo por los goles que marcaron, sino por el legado que dejaron en los hinchas. Ebelio Ordóñez, más conocido como El Corcel, es uno de ellos. Tras una carrera cargada de esfuerzo, con más de 500 partidos y 184 goles, hoy transita su vida en una dirección muy distinta: detrás del volante de un bus.
¿Fracaso? Nada que ver. Ebelio asegura que no se trata de necesidad económica ni de un retiro amargo. En una entrevista con Informativo Quinindé, fue claro: «Siempre quise manejar un bus. El fútbol y ser chofer fueron mis dos grandes sueños. Hoy cumplo uno de ellos y me siento feliz». Con esa frase, deja claro que su decisión es, simplemente, una forma más de vivir con pasión.

El legado que dejó en las canchas
Ordóñez comenzó su carrera en Técnico Universitario, pero fue en El Nacional donde se convirtió en figura. En 2004 fue el máximo goleador del campeonato ecuatoriano con 28 tantos, y con el tiempo se transformó en el máximo artillero histórico del club, con 154 goles. Fue parte esencial del Bi-Tri campeón en 2006 y sumó otro título en 2008 con Deportivo Quito.
Su paso por el exterior incluyó una breve experiencia en el fútbol chino y un cierre en Olimpia de Paraguay, aunque su corazón siempre estuvo en Ecuador.
Su paso por La Tri: corto pero recordado
Con 19 partidos disputados con la selección ecuatoriana, Ebelio participó en dos Copas América y en varias eliminatorias mundialistas. Aunque solo marcó un gol con la Tricolor (ante Honduras en 2004), su presencia en el combinado nacional fue parte de una etapa importante del fútbol ecuatoriano en crecimiento.

Más allá del fútbol: un mensaje poderoso
La historia de Ebelio Ordóñez no termina con el último gol, sino que continúa en cada kilómetro que recorre al volante. Es un recordatorio de que los sueños no tienen fecha de caducidad y que el éxito no siempre se mide en títulos o contratos millonarios.