El fútbol ecuatoriano vive su pasión en las gradas: el ejemplo eléctrico que sacudió a su eterno rival
El fútbol ecuatoriano volvió a demostrar que la pasión no entiende de rivales ni de posiciones en la tabla. El pasado fin de semana, el Estadio George Capwell se vistió de fiesta para el duelo entre Emelec y Deportivo Cuenca, con una asistencia calculada en más de 36 mil hinchas. No era un Clásico del Astillero, pero la atmósfera fue de final, un golpe simbólico para Barcelona SC, que en varias jornadas ha tenido dificultades para llenar su propio escenario.
Como siempre @CSEmelec 🔵 juega con muy buena asistencia en el Capwell!
— Eduardo Erazo Veloz (@eduardoerazov) August 11, 2025
– Van 9nos, hasta hace pocas fechas estaban en cuadrangular de descenso y no abandonan ni tienen tanto odiador de redes, APLAUSOS de pie a la hinchada del bombillo! – 👏🏽 pic.twitter.com/ze9O31emat
La fidelidad azul no entiende de resultados
Lo vivido en el Capwell no fue casualidad. Incluso en medio de temporadas irregulares, la hinchada “eléctrica” mantiene un compromiso inquebrantable. Este lleno total es la prueba de que, para el aficionado azul, ir al estadio no es un plan opcional, es un ritual. El respaldo masivo, independientemente del rival o de la situación del equipo, se ha convertido en un sello distintivo que muchos clubes —incluido Barcelona SC— quisieran replicar.
Más que orgullo: impacto deportivo y económico
La comparación con el Monumental es inevitable. A pesar de contar con la afición más numerosa del país, Barcelona SC ha registrado jornadas con espacios vacíos que preocupan a su dirigencia. Un estadio lleno no solo enciende a los jugadores, también es oxígeno financiero: más entradas vendidas, mayor ingreso de taquilla y recursos para reforzar el plantel. En ese sentido, la postal del Capwell abarrotado es un triunfo doble para Emelec.
Un desafío para todo el fútbol ecuatoriano
En tiempos donde llenar estadios se ha vuelto un reto para la LigaPro, lo del Capwell es un recordatorio de que la conexión con la hinchada es tan valiosa como un gol en el último minuto. La fidelidad azul manda un mensaje claro: con gestión, identidad y pasión, las gradas pueden volver a ser el alma del fútbol ecuatoriano.