En medio de una crisis personal, el entrenador de Delfín recibe el apoyo de su ex compañero en Liga de Quito. Así viven los protagonistas del fútbol ecuatoriano esta dura situación.
El fútbol no siempre se mide en goles o puntos en la tabla. A veces, las historias que marcan al hincha ocurren lejos del césped. Así es el caso de Patricio Urrutia, actual DT de Delfín y ex capitán de Liga de Quito, quien atraviesa un momento personal muy difícil: su hijo fue detenido en circunstancias que el propio Urrutia califica como injustas. La noticia ha sacudido al entorno del fútbol ecuatoriano, y no tardó en despertar gestos de solidaridad.
Uno de los más sentidos vino desde Cuenca. Norberto “Beto” Araujo, hoy director técnico del Deportivo Cuenca y ex compañero de Urrutia en la histórica LDU campeón de América, le envió un mensaje lleno de humanidad. “Es una situación difícil como padre o cabeza de familia”, dijo Araujo, visiblemente conmovido, en una rueda de prensa previa al duelo entre Cuenca y Delfín. “Sé que va a salir adelante, porque tiene un cuerpo técnico unido y un equipo que lo respalda”.

Un mensaje que trasciende el deporte
Lo que sucede con Urrutia no solo remueve emociones, también revela la fraternidad que existe entre quienes han vivido juntos las alegrías más grandes del fútbol ecuatoriano. Araujo no escatimó en elogios hacia el trabajo de su colega, destacando cómo transformó a Delfín en uno de los equipos más sólidos del torneo, tras haber estado entre los últimos lugares.
Pero detrás del técnico, está el padre. En un video publicado en redes sociales, Urrutia rompió el silencio con la voz entrecortada: “Mi hijo está preso de la manera más injusta… Tiene una enfermedad crónica y no recibe los cuidados necesarios”. Conmovedor, real y desgarrador.
El fútbol ecuatoriano también necesita empatía
Este domingo 13 de julio, Cuenca y Delfín se enfrentan en un partido que tendrá un contexto emocional inevitable. Pero más allá del resultado, la historia de Urrutia recuerda algo fundamental: los ídolos también sufren. Y en medio de la presión y la competencia, todavía hay espacio para la empatía.
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